
Reflexión sobre el mundo actual.
Antes de escribir nada, quiero hacer notar que no solicito con este texto respuesta del Gobierno (ni tampoco que nadie lo lea), sino expresar lo que en mi modesto parecer está ocurriendo en nuestra sociedad. Hace unos días me sorprendió leer unas declaraciones del consejero de Industria en las que abría -aparentemente- la mano a la creación de reactores nucleares para generar energía eléctrica y a la industria de defensa. Es un giro de opinión que se enmarca en la general descomposición internacional -también en apariencia- de las bases a la vez liberales en lo político y sociales en lo económico que han fundamentado las sociedades europeas desde el fin de la segunda guerra mundial. Lo cual, a su vez, está dando alas a un proyecto político que parecía abandonado precisamente tras el fracaso militar de los fascismos (salvo en España), que ocurrió en 1945. Lejos de afianzarse la democracia liberal tras la caída de las dictaduras asentadas tras el telón de acero de Berlín, la dualidad democracia-autoritarismo se consolida y cimenta en las flaquezas de nuestras sociedades post modernas. ¿Cuáles son estas flaquezas?
En primer lugar, un individualismo galopante a lomos de una tecnología que, en vez de unirnos, nos aliena y separa. Las redes sociales, nacidas en principio para dar voz a los individuos en el debate social, han degenerado en un sistema de difusión de mensajes reaccionarios y directamente bulos, al punto de que las instituciones académicas huyen de ellos por su total toxicidad. La última, ayer, la Universidad del País Vasco. La proliferación de la pornografía y del ocio como sucedáneo de las relaciones sociales, la sustitución de los niños por mascotas, igualmente como sucedáneo de las relaciones familiares, nos individualizan y alienan de nuestra parte social, de tal modo que cada día vivimos en un mundo más cerrado en individuos sin compromiso social.
Paradójicamente, esto ocurre cuando más interiorizados, al menos en el debate público y oficial, están discursos como el de los derechos humanos, el respeto a la diferencia o la convivencia entre credos, opiniones o sentimientos diferentes. A esta pretensión oficial se opone una reacción sustentada en buena medida por los más jóvenes, que han asumido un discurso neo conservador de raigambre en ocasiones rayana en el fascismo. Se aduce que esta reacción de parte de la juventud descansa en buena medida en una rebeldía opuesta al igualitarismo de los boomers y millenials, pero también descansa en la general difusión de mensajes ultra conservadores en las redes sociales y medios de comunicación modernos.
A todo esto se debe sumar un empuje demográfico que, se quiera o no se quiera, genera disensiones y conflictos. Aunque sólo sea porque -véanlo en cualquier lado- están proliferando los campamentos improvisados de desarraigados, de la nueva casta proletaria en un mundo tecnofeudalista. Cualquier ruina, cualquier chabola, cualquier voladizo de nuestros montes, ciudades, territorios, alberga a gente desprovista de todo, salvo de sí mismos. Pretendíamos con nuestra sociedad moderna e inclusiva eliminar todo eso de un pasado casi olvidado. No sólo no lo hemos conseguido, sino que vamos camino de lograr lo contrario.
Es aún momento de una tranquilidad que ve los tambores de guerra lejos, pero si hace 50 años nuestra sociedad era más violenta y peligrosa, yo me pregunto: ¿qué impide que volvamos a eso? ¿Es posible que esta agitación general se traduzca en una violencia o un malestar de cualquier tipo futuro, a corto o medio plazo?
Pero entonces, ¿qué hacer? No sé si es posible la respuesta. Desde un punto de vista marxista -materialista histórico- las crisis sociales terminan con conflictos y revoluciones, algo que Marx consideraba inevitable. Pero Euskadi resulta demasiado pequeña y vulnerable como para soportar esa presión. Algunos, en un idealismo comparable al buenismo irreflexivo, confían en el idealismo autarquista -dígase nacionalista - independentista- obviando que su bienestar no depende de sí mismos, sino de que somos unos privilegiados que durante décadas hemos esquilmado las materias de otras latitudes. En suma, que hemos vivido en una burbuja. Como decía H.G. Wells en la apertura de La Guerra de los Mundos, los humanos, con infinita complacencia, continuaban sus ocupaciones sobre este globo, abrigando la ilusión de su superioridad sobre la materia. Yo añadiría a esa complacencia la ceguera de que ese bienestar blando e impostado logrado con un maquinismo acrítico puede ser eterno y duradero.
Pero más aún, ¿qué hacer en concreto? Cabría citar muchas soluciones concretas. En general, nos encontramos entre la espada del autoritarismo y la pared de una ceguera irreflexiva sobre nuestra situación, entre el espejismo de un bienestar falso y el abismo de una debacle repetida mil veces en la historia. Cabe hacer una reflexión sobre la situación que estamos viviendo, primero, para tomar después medidas que palíen esta situación. Pero algunas cosas se pueden hacer ya.
En primer lugar, hay que prestigiar el valor del trabajo y del emprendimiento personal para salir de las dificultades. Sin eso, ningún país podrá hacer nada. Debería haber fomento del emprendimiento y de la asunción de responsabilidades, por ejemplo, adaptando la fiscalidad para que quien comience un negocio no tenga miedo de perderlo todo. O sin que los impuestos lastren o dificulten al máximo su desempeño. Cada vez hay menos comercios, en parte por la tecnología y la centralización del capital que ahoga a los pequeños, pero también en parte porque el exceso de regulación y de fiscalización inhiben a los jóvenes de comenzar aventuras empresariales. Todo esto sin despreciar las normativas que protegen la salud, el medio ambiente o el bien común.
En segundo lugar, cabe incidir en la mejora de la educación. Entiendo que en los últimos años se han hecho grandísimas mejoras en la educación global, pero se ha perdido en general la excelencia en el aprendizaje. Debe reducirse el uso de pantallas e incitar a los niños a leer en papel textos largos y complejos, porque en la actualidad sólo se leen tuits y titulares, camino de la manipulación. Deben ver películas adaptadas a ellos, y no vídeos cortísimos en bucle que no generan nada, que vacían la mente. Debe alejarse a los niños de las redes sociales y de los canales de Youtube que no nutren, sino que secan la mente. En resumen, debe prestigiarse el conocimiento como es y no como un capital no interesado en la formación desea.
En tercer lugar, debe fomentarse y facilitarse la madurez personal, la igualdad y la autosuficiencia, cuya falta lastra la emancipación y con ello la natalidad. Hay que centrarse principalmente en la vivienda, que al precio actual impide a los jóvenes desarrollarse prontamente, de tal manera que se alarga el proceso de la madurez hasta pasados los cuarenta años. Debe incitarse el empleo y la formación dual, tanto en FP como en Universidad, ya que sin ello los jóvenes no tienen un sueldo propio y no cotizan, de tal suerte que muchos a sus treinta aún no han cotizado nada. Estas personas en no pocos casos corren el riesgo de no entrar en la dinámica laboral, quedando a expensas de las ayudas sociales de por vida.
En cuarto lugar, hay que contemplar las ayudas sociales -como la RGI- como una ayuda y no un modo de vida. Ojalá fuéramos suficientemente ricos y avanzados tecnológicamente como para vivir sin trabajar, pero pretender que la gente viva sin trabajar es una quimera inviable. Nos bombardean con la necesidad de adaptarnos al invierno demográfico y alargan la edad de jubilación. ¿Con qué criterio se puede pretender que parte de la sociedad viva sin generar riqueza, primero para ellos mismos y después para el conjunto de la sociedad? Particularmente es lacerante observar que en los últimos meses las ruinas industriales, los bosques y los voladizos de autopistas se han llenado de inmigrantes que sobreviven como pueden, en una vileza que es causa de violencia. ¿Cómo podemos vivir pensando que una sociedad es así de injusta? Esta gente debería tener un empleo, aunque sea generado por la función pública (barrer calles, limpiar montes, ayudar a personas necesitadas), y debería tener una vivienda, aunque sea en viviendas modulares construidas en pocos meses.
En quinto lugar, hay que pedir la consolidación de los servicios públicos, su excelencia y su modernización a la par de las imparables nuevas tecnologías. Euskadi es un país demasiado pequeño para con economía de escala proveerse de servicios más fáciles para sociedades mayores. Pero esto no es excusa para que la función pública se anquilose y sea más una rémora antes que un facilitador de la vida común. Si el Estado social no ha muerto, debe haber una sanidad, una educación, unos servicios sociales o una seguridad a la altura del esforzado trabajo de cada contribuyente.
En sexto lugar, como consecuencia del quinto punto, debería haber un cuidado extremo de cada euro público. Cada inversión debe tener un retorno, bien económico o bien social. No pueden justificarse las duplicidades, los gastos suntuarios, el nepotismo ni por supuesto la corrupción. La fiscalidad tiene dos caras: una es la del ingreso. Otra es la del gasto. Ha de justificarse mejor que nunca el gasto de cada euro público con la idea de que haya un retorno social o económico. En este sentido, la sorprendente noticia de que Lehendakaritza propone crear una delegación del Gobierno en Washington es ejemplo de lo que digo. Me remito a la propuesta que escribí sobre este punto concreto.
Como derivada de este último punto está la deuda pública. Euskadi ha sido siempre muy cuidadosa del equilibrio financiero, sabedora de que es especialmente vulnerable a una deuda descontrolada por su exiguo tamaño. Ese pundonor en el cuidado del dinero común debería ser un empeño a mantener a futuro.
En definitiva, si no nos adaptamos a los rapidísimos cambios que estamos viviendo, habrá dolorosas consecuencias a futuro. Creo que es momento de parar, ver el mundo que nos rodea y reflexionar sobre ello.
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No en todo pero si en lo importante estoy de acuerdo25 de marzo de 2025
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12 de abril de 2025
Fraudes en la gestión de ayudas públicas a través de Lanbide.
https://www.elcorreo.com/sociedad/empadronamientos-falsos-150-euros-euskadi-conseguir-ayudas-20250412081830-nt.html -
27 de marzo de 2025
Yo creo en el valor del liberalismo político y de la economía social. Sin Estado no hay libertad. Pero eso no significa que los países deban caer en un idealismo que conduzca a la debacle. Hay que fomentar el trabajo, el estudio y el crecimiento. A cada cual, en la medida que necesite. Cada cual al conjunto común, en función de sus capacidades. Eso es y debe seguir siendo Europa.
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22 de marzo de 2025
Hola Iñigo,
Mucho de lo que expresas refleja contradicciones y confusión que ameritan ser abordadas. A veces pareces vislumbrar un problema y enseguida recomiendas enfoques que en realidad lo han provocado.
La mayoría de españoles no conoce qué es el individualismo. Cada acción o declaración que tus gobernantes hacen con el pretexto del "bien común", "bienestar social" y tonterías similares desmiente tu aseveración acerca del "individualismo galopante". Mediante tales acciones se le impide a la gente concebir, y mucho menos aplicar, el concepto de individualismo. Un ejemplo de tales acciones son el dinero que el gobierno te arrebata para dilapidarlo en proyectos innecesarios y nada transparentes, paguitas y el enorme aparato burocrático. Criticas el "idealismo comparable al buenismo irreflexivo", pero unos párrafos más adelante propones más empleo "generado por la función pública" y das rienda suelta a una utopía. Durante la supuesta "pandemia" tus gobernantes ni siquiera permitían al individuo una respiración natural, y el gobierno implementó su barbarie usando el eslogan de "sanidad pública". La poca gente que en verdad tiene interiorizado "discursos como el de los derechos humanos" no permite las atrocidades que las masas consienten.
Más gente opta por tener mascotas en vez de hijos porque el gobierno constantemente y por varios frentes ataca el poder adquisitivo. Por otro lado, muchos adultos carecen de la madurez moral e intelectual para darle a sus hijos la indispensable formación. No reproches a quienes consciente o circunstancialmente evitan condenar a sus descendientes a una vida de carestía y esclavitud.
Es verdad que hay un maquinismo acrítico, brutalidad fiscal, exceso de regulaciones y una mutante analfabetización de las masas. En mayor o menor medida, todos estos problemas son culpa de la gente por permitir la represión sistémica y vivir en la mediocridad. También es verdad que debe fomentarse la autosuficiencia, pero mal empiezas si enseguida echas mano del concepto de cotizar, ya que ahí regresas al sistema paternalista y disfuncional que desincentiva la productividad.
Ya es tiempo de aprender la lección: Solo quienes asumen el invidualismo como solución prevalecen. El resto seguirá siendo aplastado y aniquilado por un sistema que en la actualidad a muchos les gusta llamar "progresista".
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22 de marzo de 2025
Interesante entrevista a la concejala de Asuntos Sociales de Getxo, Carmen Díaz, sobre el crecimiento de asentamientos de personas sin hogar. Merecería la pena dar una salida a estas personas con un trabajo -como mantenimiento de montes, o lo que sea- y una vivienda, siquiera sea informal. Tal y como dice la concejala Díaz, tienen ganas de trabajar.